Antibióticos: Ventajas y Riesgos según Farmacéuticos en 2025

Aitana Castillo 0 Comentarios 13 julio 2025

Antibióticos. Solo la palabra ya suena seria, ¿verdad? Desde pequeños nos acostumbramos a escucharla en casa, en la consulta y hasta en anuncios de la televisión. Pero podría sorprenderte saber que, según datos de la Agencia Española de Medicamentos, cada año se consumen en España más de 30 millones de envases de antibióticos. ¿Realmente siempre hacen falta? Hay historias —algunas recientes— de personas que acaban en el hospital por infecciones graves, pero también de otras que sufren efectos secundarios o acaban con “superbacterias” resistentes a casi cualquier medicina. Entre mitos y verdades, la visión de un farmacéutico puede marcar la diferencia cuando toca decidir si tomarlos.

¿Para qué sirven y cuándo SÍ están indicados los antibióticos?

No, los antibióticos no son la solución a cualquier mal. Solo sirven para combatir infecciones provocadas por bacterias, jamás por virus. Una gripe común, un resfriado o la COVID-19 no se curan con antibióticos, por mucho que queramos acelerar la recuperación. España, sin embargo, lleva años encabezando la lista europea de consumo erróneo: el 45% de los pacientes admite haber tomado antibióticos en alguna ocasión sin receta médica.

Los farmacéuticos, en contacto diario con pacientes despistados y recetas dudosas, se convierten casi en policías de la salud. Ellos insisten en que solo el médico puede identificar correctamente si la causa de los síntomas es bacteriana, y aun así, muchas veces la receta se emite “por si acaso”. Un ejemplo habitual: faringitis. De cada diez, solo una suele ser por bacterias; el resto, por virus. Pero ocho acaban tratadas con antibióticos sin necesidad.

¿Sabías que en infecciones como la neumonía neumocócica, bien diagnosticadas y tratadas a tiempo, los antibióticos pueden salvar la vida en cuestión de horas? Y no solo eso: han reducido drásticamente la mortalidad infantil y el riesgo de complicaciones graves en heridas y cirugías. Sin ellos, la medicina moderna se vería, sinceramente, perdida.

¿Cuándo sí? Básicamente, cuando el médico lo indica, tras una valoración clínica y a veces pruebas adicionales como un análisis de sangre o un cultivo. También existen antibióticos específicos para bacterias concretas: lo que sirve para una infección urinaria no sirve, por ejemplo, para una otitis. Eso de “hay algún antibiótico genérico bueno para todo” es un mito sin base científica.

Hay consejos que muchos farmacéuticos dan a familiares y amigos casi a diario: no se puede cortar un tratamiento a medias aunque te sientas mejor (“así no se acaba de matar la bacteria”), ni guardar pastillas por si acaso para el futuro. Esas prácticas son gasolina para el incendio de la resistencia bacteriana.

Riesgos y efectos secundarios: más allá de la resistencia bacteriana

Pocos medicamentos tienen tanta mala prensa y merecida fama a la vez como los antibióticos. Por cada historia de éxito, corre otra de persona con diarreas interminables o reacciones alérgicas. Y no solo eso: los antibióticos pueden cargarse, literalmente, tus defensas intestinales, lo que abre la puerta a problemas como la candidiasis o la colitis. Según la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, entre el 5% y 25% de los pacientes sufrirá algún efecto adverso al tomarlos.

Piénsalo así: mientras el antibiótico ataca a la bacteria mala, también arrasa con las buenas. Eso explica por qué algunos terminan hinchados, sin flora intestinal y con una sensación de agotamiento. No es raro que un farmacéutico recomiende a sus clientes tomar probióticos (bacterias buenas en cápsulas) durante o tras el tratamiento. ¿Funciona? Muchos pacientes notan menos molestias digestivas. Pero el mejor protector es no tomar antibióticos cuando no toca.

Uno de los miedos más reales —y no exagerados— es la resistencia bacteriana. Esto ocurre cuando una bacteria aprende a defenderse del medicamento y deja de morir cuando debería. Cada año, en Europa, 35.000 personas mueren por infecciones resistentes, y se estima que en 2050 podrían ser diez veces más si no cambiamos nuestros hábitos. Solo en Andalucía, el año pasado se documentaron 928 casos de infecciones imposibles de tratar con el arsenal habitual.

Y ojo, que hay otro riesgo poco conocido: las interacciones. Tomar antibióticos con antiácidos, ciertos alimentos (como el calcio de la leche) o con otros medicamentos, puede reducir su eficacia o incluso volverlos tóxicos. Por eso, el farmacéutico dedica tiempo a preguntar, a veces hasta el hartazgo, si tomamos otros medicamentos o suplementos. Y sí, hay antibióticos que pueden dañar el hígado o los riñones si se abusa de ellos.

Una recomendación farmacéutica que nunca falla: ante cualquier efecto adverso nuevo mientras tomas antibióticos (picor, sarpullidos, fiebre o dolor de barriga incontrolable), lo mejor es acudir a la farmacia o llamar directamente al médico.

Mitos y verdades que los farmacéuticos combaten cada día

Mitos y verdades que los farmacéuticos combaten cada día

Si hubiera un “Top 3” de falsas creencias, la de que “los antibióticos bajan las defensas” se llevaría el primer puesto. No, no hacen que cojas más catarros ni te dejan indefenso, pero sí desajustan la flora y pueden alterar los ciclos normales del cuerpo. La resistencia bacteriana no aparece porque te has tomado dos pastillas en vez de seis, sino por abusar o dejar los tratamientos a medias habitualmente.

Otro mito superextendido: “con antibióticos me curo antes”. Es falso si hablamos de infecciones víricas, ¿cuántas veces un amigo te ha dicho que se automedica para cortar el resfriado? La recuperación solo llega cuando el cuerpo elimina el virus, con o sin pastillas.

La mezcla con alcohol tampoco es tan dramática como se pinta en muchos casos, salvo antibióticos concretos como el metronidazol, que puede provocar náuseas y vómitos horribles si bebes cerveza o vino. Aún así, mejor evitar mezclas que no aportan nada bueno.

Hay farmacéuticas que se desesperan al comprobar que cada semana reciben varias consultas del tipo “¿me guardo lo que me sobra para el niño el mes que viene?” O peor aún: antibioticos compartidos entre amigos. Mala idea. El cuerpo de cada persona y cada infección necesita su propio tratamiento, ni más ni menos.

MitoRealidad
Sirven para gripe o resfriadosNo, solo combaten bacterias
Acortan la duración de cualquier infecciónSolo bacterianas, no virales
Se pueden tomar sin recetaIlegal y peligroso
Mejor guardarlos por si acasoNunca reutilizar, siempre nuevo diagnóstico
Bajan las defensasPueden alterar la flora, pero no el sistema inmune

La mayoría de los farmacéuticos insiste, con paciencia, en el “no” repetido a los riesgos de la automedicación, en especial en adolescentes y mayores. Y, ojo, otra verdad que duele: España es de los pocos países donde no se cumple a rajatabla la receta electrónica, lo que hace que algunas farmacias sigan detectando ventas sin control médico suficiente.

Consejos prácticos para hacer un uso inteligente de los antibióticos

Es fácil caer en lo de pedir consejo rápido al vecino, al Dr. Google o a la abuela de turno, pero pocos saben que, detrás de cada adecuada recomendación hay un farmacéutico preocupado por tu salud futura. Aquí van algunos trucos y recomendaciones directos de mostrador:

  • Sigue el tratamiento exactamente como lo indica el prospecto y el profesional, tanto la dosis como la duración. Si lo cortas antes, arriesgas a la bacteria a fortalecerse.
  • No combines nunca antibióticos con otros medicamentos o suplementos sin preguntar en la farmacia. Muchas veces el daño es invisible, pero real.
  • Si pierdes dosis, no dobles la cantidad la siguiente vez. Mejor consulta la mejor manera de corregir el olvido.
  • Guarda los antibióticos en un lugar seguro; fuera del alcance de los niños y nunca en lugares húmedos tampoco expuestos al sol. Se degradan más de lo que te imaginas.
  • Sospecha de presentaciones milagrosas, “antibióticos naturales” o remedios caseros para curar infecciones bacterianas. Los tratamientos efectivos son los bien pautados.
  • Pregunta siempre al farmacéutico si tienes dudas sobre efectos, horarios o compatibilidades.
  • Antes de empezar un antibiótico, si puedes, pregunta si tienes que tomarlo en ayunas o con comida; la eficacia cambia en algunos casos.
  • La automedicación nunca es una opción segura, ni siquiera si el síntoma te suena familiar de otras veces.
  • Evita guardar restos de tratamientos. Lo correcto es llevar lo que sobra al punto SIGRE de la farmacia para su reciclaje seguro.
  • No repitas tratamientos “de otras veces”. La bacteria puede que ni sea la misma, ni responda igual.

Los farmacéuticos llevan años organizando campañas de información y formación en universidades, colegios y centros de salud. En la Feria de la Salud de Granada el pasado mes de mayo, una farmacia ofreció un taller práctico sobre el uso responsable de antibióticos, y la participación fue tal que agotaron las plazas en 24 horas.

Si hay algo cierto hoy es que los antibióticos siguen siendo nuestra mejor arma frente a muchas infecciones, pero solo si los usamos con cabeza. Y ahí, contar con el consejo profesional del farmacéutico deja de ser una opción y pasa a ser, de verdad, una necesidad vital.