Viajar bajo la lluvia: trucos, ventajas y cómo sacarle partido

Una escapada soñada puede empezar con sol y acabar con lluvia. ¿Eso te arruina el viaje? Para nada. La lluvia tiene su punto: menos gente en los sitios top, paisajes que cambian de color y un aire fresco que se agradece después de un día entero de turismo. ¿Has probado caminar por un casco antiguo vacío, solo tú bajo el paraguas? Es otra experiencia.

¿Qué hacer si amanece lloviendo y estás lejos de casa? Empieza por no cancelar tus planes al primer trueno. Lleva en tu mochila un chubasquero ligero y calzado que soporte los charcos. La mayoría de museos y atracciones cubiertas abren igual. Hay rutas urbanas pensadas para esos días: mercados, galerías, cafés con vistas a la calle mojada y, si estás en España, siempre hay un bar cerca para esperar que escampe con churros y chocolate.

Las fotos en días de lluvia tienen un encanto especial. Las luces de la ciudad reflejadas en el suelo mojado, las nubes bajitas entre montañas o el sonido de la lluvia cuando paseas por un bosque. ¿Quieres disfrutar de paisajes diferentes? Busca destinos conocidos por sus lluvias suaves, como el norte de España: Donostia, Vigo, Gijón... Allí nadie se para por un poco de agua. Al contrario, la lluvia le da vida a todo.

Pero, ¿y si llueve durante una escapada de aventura? Hay rutas de senderismo, barrancos y hasta cuevas que solo se pueden ver en temporada de lluvias. Infórmate antes de salir sobre caminos seguros. Y anímate: la sensación de acabar una caminata empapado y tomarte un café caliente en la montaña... es otro mundo.

Si viajas con niños, la lluvia puede ser la chispa para improvisar: búsqueda de charcos, juegos en la habitación del hotel, tardes de manualidades, museos interactivos. Los alojamientos familiares suelen tener espacios de juegos o actividades especiales para días grises. Pregunta en recepción, siempre tienen algún truco guardado.

Por último, aprovecha la lluvia para bajar el ritmo. Un día tranquilo, sin prisa, viendo de cerca la vida local. Puedes leer, escribir, o simplemente mirar la calle y ver cómo cambian las ciudades con unas gotas. Viajar también es dejarse llevar por lo inesperado. Y la lluvia, lejos de ser un fastidio, puede ser el mejor recuerdo del viaje si sabes aprovecharla.